El mobiliario urbano anti-mendigos de Ana Botella

Con la crisis se multiplica el número de personas que duerme en la vía pública, pero también los esfuerzos de los ayuntamientos para invisibilizar en la medida de los posible su presencia en las calles, al menos las más céntricas.

Para las arcas municipales, albergues o comedores sociales resultan poco económicos. Más sencillo y austero es el mobiliario diseñado para ser lo suficientemente incómodo, caso de los bancos, como para que nadie se plantee echarse una siestecita en ellos.

La colocación es estratégica. El objetivo, claro: tener las calles del centro despejadas de ‘sin techo’. Y, así, que los turistas no vean lo que se quiere esconder.

Esto es lo que ocurre en Madrid. En las calles y plazas del centro de la capital hay bancos de todo tipo y tamaño, pero ninguno en el que poder tumbarse a gusto.

Escándalo en las Islas

La hostilidad mobiliaria hacia los mendigos ha saltado en los últimos días a la palestra después de que una cadena británica de supermercados se viera forzada a retirar unos pinchos anti-indigentes que había colocado en el exterior de uno de sus establecimientos en Londres.

Las afiladas puntas metálicas eran todo un éxito a la hora de disuadir a inquilinos indeseados, pero terminaron por escandalizar a la políticamente correcta Gran Bretaña.

Menos ruido, las mismas nueces

Menos estridentes pero igual de efectivos son los ‘pinchos’ a la madrileña. Iniciamos el recorrido en su búsqueda en la glorieta de Embajadores.

En este bullicioso enclave, límite suroccidental del barrio de Lavapiés, encontramos bancos con reposabrazos. «¡Qué buen detalle!», podríamos pensar. Pero no. Estos no están colocados en los extremos, sino mas hacia el interior, reduciendo la superficie útil del banco e imposibilitando que incluso una persona de baja estatura pueda reposar tumbada en él.

Bancos individuales en la Gran Vía de San Francisco (i) y bancos con reposabrazos en Embajadores (d)

Caminando hacia el barrio de Palacio localizamos otro tipo de recurso: losbancos individuales. Una larga fila de ellos puebla la Gran Vía de San Francisco. No obstante, es en el Paseo de la Castellana donde se riza el rizo. Los bancos ahí son demasiado espaciosos. La solución: añadir un tercer reposabrazos en el medio.

Bancos con tres reposabrazos en el Paseo de la Castellana

De hecho, la disposición táctica de los bancos en esta arteria de la capital madrileña es significativa, pues a partir de Nuevos Ministerios, alejándonos del centro de la ciudad, vuelven a aparecer los bancos convencionales. La consigna parece clara; cuanto más lejos del Kilómetro Cero, mejor.

Otros métodos más rudimentarios

Los reposabrazos no son el único ingenio al servicio de este propósito. Las superficies ásperas de muchos bancos de piedra, a prueba de pantalones de tela gorda, también son eficientes.

De igual manera, las vallas metálicas resultan útiles a la hora de vedar rincones algo más abrigados, como ocurre en esta plaza del distrito de Arganzuela (ver imagen derecha). Este lugar fue vallado recientemente para impedir que los mendigos se refugiaran bajo el tejadillo.

Banco de piedra en la Castellana (i) y rincón vallado en el distrito de Arganzuela (d)

Cerco municipal

Aplicando rigurosamente las ordenanzas municipales de la capital, ejercer la mendicidad junto a zonas comerciales o empresariales supone una multa de 750 €. No satisfecho con esto, el consistorio dirigido por Ana Botella aprobó el pasado mes de octubre una normativa de «convivencia» por la cual también se podrá sancionar con dicha suma a todo aquel que duerma o cocine en la vía pública. A perro flaco, todo son pulgas.

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