Mario Vargas Llosa publica Cinco esquinas, una novela en la que aborda la corrupción.

No me refiero al alegre submarino de los Beatles sino al triste color de la corrupción, que mancha todo, en la última novela de Mario Vargas Llosa, Cinco esquinas.

El titulo se refiere a un barrio de Lima, que fue importante y cayó en la decadencia: otra metáfora moral evidente. (No tiene nada que ver con una película norteamericana del mismo título, de 1987, con Tim Robbins y Jodie Foster). El tema central es el periodismo amarillo, sensacionalista, que es utilizado, para aniquilar moralmente a sus adversarios, por el poder político corrupto: en este caso, el final delrégimen de Fujimori (con el que compitió Vargas Llosa por la Presidencia del Perú). En el ámbito individual, ese «amarillismo» contagia al erotismo. Y todavía asoma un tema querido por Vargas LLosa, el de la cultura popular.

Un modelo de ese periodismo sensacionalista, Rolando Garro (nótese la broma con el nombre del recinto de tenis francés) somete a chantaje al rico Enrique Cárdenas, publica las fotos de una orgía en la que le envolvieron. Eso provoca su «bajada a los infiernos». La sociedad lo recibe con regocijo porque «el morbo es el vicio más universal que existe. En todos los pueblos y en todas las culturas» (pág. 98).

En realidad, el periodista obedece las órdenes de El Doctor, el todopoderoso Jefe del Servicio de Inteligencia y principal asesor del Presidente. Narrativamente, parece demasiado unívoco, en su maldad absoluta. Su lema es claro: «Con el poder no se juega» (pág. 251). Tiene una base real, fácil de advertir: con ese apodo, entre otros, se conocía a Vladimiro Ilich (sic) Montesinos, brazo derecho de Fujimori, al que ya se habían referido Mario Vargas LLosa en sus memorias, El pez en el agua, y su hijo Álvaro, en el libro En el reino del espanto (2000). Su biografía real supera en truculencia a los más exagerados folletines.

El contrapeso de esta trama periodístico-política lo da la relación sexual entre Marisa, la mujer de Enrique, y Chabela, su íntima amiga. Se abre la novela con una escena de lesbianismo que luego se repite. Si no me equivoco, para Vargas LLosa ha supuesto un reto literario intentar reflejar los sentimientos de las dos mujeres en esa situación. Curiosamente, la prensa española ha centrado sus primeros comentarios en esta escena: tampoco aquí estamos libres de ese «morbo universal»…

Un «decidor» de versos

El gusto por la cultura popular aflora en un personaje tragicómico, el recitador – sólo eso, no poeta, reconoce con modestia – Juan Peineta, que ha bautizado a su gato «Serafín», en homenaje a uno de los Álvarez Quintero. Es un ser ridículo, tierno, disparatado, entrañable: un buen personaje de novela. (No es un «escribidor», como el de La tía Julia, sino un «decidor» de versos).

Esta vertiente sentimental determina también varias referencias al poeta Felipe Pinglo (1899-1936), desconocido en España pero un héroe popular en el Perú: El bardo inmortal, la gran figura del vals criollo. Así dice la letra de su famosísimo vals El plebeyo:

Mi sangre, aunque plebeya, también tiñe de rojo
el alma en que se anida mi incomparable amor.
Ella, de noble cuna, y yo, humilde plebeyo.
No es distinta la sangre ni es otro el corazón.
Señor, ¿por qué los seres no son de igual valor?

Y así compara el amor con los «Sueños de opio»:

Diosa divina, bálsamo eterno,
opio y ensueño dan vida al ser.
Aspiro el humo que da grandezas
y, cuando sueño, vuelvo a caer.

Como sucede en las últimas novelas de Vargas LLosa, la técnica narrativa es clásica, se lee con facilidad. Sólo en el capítulo XXX despliega su virtuosismo, mezclando voces distintas. A la vez, la pulsión erótica se va extendiendo: los personajes «buenos», que parecían casi de fotonovela, se abren a nuevas prácticas sexuales (¿se corrompen?). Y, entre los periodistas sensacionalistas, los «malos», también cabe la posibilidad de una reacción moral y cívica. No todo es absolutamente «amarillo»: la novela ha ganado en ambigüedad y se ha abierto un portillo a la esperanza.

Mario Vargas LLosa: Cinco esquinas, Madrid, ed. Alfaguara, marzo de 2016, 316 páginas, 20’90 euros. ISBN: 978-84-204-1896-4.

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