Gideon Rachman se sirve de sus casi 25 años de corresponsal y analista internacional para explicar cada semana en Financial Times los hilos que mueven la política mundial, advertir de los errores ya conocidos y, de paso, proponer ideas para un mundo en penumbra.
La crisis financiera mundial y la transformación de los medios de comunicación derivada de Internet han hecho de Financial Times (FT) el medio verdaderamente global. Fundado en Londres en 1888 y convertido en “la voz de la City”, el diario está hoy en manos del grupo mediático japonés Nikkei, que pagó más de 1.200 millones de euros por la mítica cabecera. Desde su primer número, el FT se especializó en información económica e internacional, con una de las redes de corresponsales más extensas del mundo, incluso en la actualidad. Ha encontrado en Internet lo que para muchos es una fórmula mágica: 750.000 suscriptores, un 70% de ellos digitales. Su influencia política y económica es indiscutible. En 2010-11, en lo peor de la crisis para España, el gobierno tenía tanto interés en lo que publicaba el FT como en los informes de Bruselas. En el ámbito internacional, sus análisis y reportajes son igualmente influyentes a la hora de crear narrativas globales sobre los grandes asuntos mundiales. El comentarista-jefe de política internacional del FT, Gideon Rachman, estuvo en Madrid el 30 de noviembre de 2015 en un encuentro organizado por Aspen Institute España. Con una carrera periodística forjada en la BBC y The Economist, Rachman trabaja en el FT desde 2006. En Madrid, el periodista-analista habló de Europa, de un Reino Unido absorto por el Brexit, del conflicto sirio, de China y, sobre todo, se interesó por el panorama político español. Encontró también 50 minutos para conversar con Política Exterior.
Áurea Moltó: Usted ha escrito que la Unión Europea le recuerda a la Sociedad de Naciones, organización que entró en coma irreversible ante su incapacidad para afrontar los acontecimientos del periodo de entreguerras. ¿Cuáles serían hoy esos acontecimientos y su impacto en la UE?
Gideon Rachman. Trataba de ser provocador al hacer esa comparación con la Sociedad de Naciones, una organización creada sobre la idea de que los países se obligaban a establecer una serie de reglas comunes, pero luego se encuentran con que es muy difícil cumplirlas debido a los cambios radicales que se producen en Europa y los nuevos actores políticos que surgen. En este momento, el paralelismo es inexacto porque lo que sucede en la UE no es tanto la violación de las reglas existentes, sino la incapacidad para alcanzar acuerdos en los grandes asuntos, como la cuestión migratoria o la crisis del euro. Y creo que debemos preocuparnos por la posible ruptura de la UE. Por un lado, la incapacidad de la Unión para abordar la crisis migratoria de manera que satisfaga a los Estados miembros y a sus ciudadanos está llevando a algunos a tomar acciones unilaterales, por ejemplo cerrar las fronteras o rechazar las cuotas de refugiados. Del mismo modo, otro asunto para preocuparse es la posibilidad de que partidos extremistas lleguen al gobierno, lo que ya sucede en Hungría, y podría ser el caso de Polonia. La UE es una organización que funciona razonablemente bien cuando cada miembro de los 28 está comprometido con lo fundamental del proyecto o es suficientemente pequeño para ser aislado, como ha sucedido con Grecia. Este compromiso con la Unión suele darse cuando el poder está en manos de gobiernos de centroderecha o centroizquierda. Pero con gobiernos de extrema derecha o extrema izquierda, muchos de los cuales en realidad no creen en el proyecto europeo, algunos podrían empezar a romper las reglas, incluso a plantear su salida. Esta situación es abordable cuando se trata de un país pequeño, como Grecia, pero pensemos que se tratara de un país grande. Por ejemplo, una Francia gobernada por Marine Le Pen (lo que parece improbable), o un gobierno de Sarkozy, apoyado por una plataforma que pidiera el fin de Schengen; o un futuro gobierno alemán post-Merkel, que podría ser incluso menos generoso con el euro o que cambiase sus planteamientos sobre los refugiados… Pueden darse múltiples escenarios. Lo que quiero decir es que la fragmentación política en Europa, combinada con asuntos muy difíciles de resolver incluso para los gobiernos más fuertes (crisis del euro, refugiados), está creando la posibilidad de una ruptura de la UE.
La guerra siria, los atentados del Estado Islámico en Europa, el revisionismo territorial de Rusia, la crisis de los refugiados… ¿cómo podría haber gestionado la UE esos problemas de una manera más efectiva?
Los países han actuado de forma ligeramente diferente en cada uno de estos problemas, pero no creo que existiera algo así como una decisión correcta que hubiera hecho que las cosas fueran mejor de forma inmediata. En Rusia y Ucrania no hemos estado tan mal, sobre todo teniendo en cuenta que fue una crisis de seguridad de primer nivel. Al final, aunque el enfoque de algunos países europeos fue un poco distinto –los bálticos defendían la línea dura, los italianos no– creo que el paquete de sanciones aprobado ha sido una respuesta bastante efectiva.
Sobre Siria, tampoco tengo claro que hubiera una política adecuada desde el principio. Se suponía que Estados Unidos debía tomar la iniciativa, y la administración Obama se ha esforzado por encontrar una respuesta política, pero no ha dado con ella. Y eso a pesar de que cuenta con un gobierno fuerte y un ejército poderoso. Parece que no existe esa política efectiva. Dicho esto, los países europeos tienen unos instintos muy diversos, y se está viendo en Siria. Los alemanes todavía son muy reacios a utilizar la fuerza militar. Los franceses menos. Los alemanes están más dispuestos a aceptar refugiados, los países del este de Europa, mucho menos. Además, la UE no es la mejor organización cuando tiene que moverse rápido, porque está fragmentada. Estas crisis suelen requerir una rápida toma de decisiones y la UE es muy mala en eso.
¿Diría entonces que la UE está haciendo todo lo que puede?
La UE es buena haciendo cierto tipo de cosas, pero la gestión de crisis, sobre todo las crisis de seguridad, no es una de ellas. Por eso, al final son los gobiernos nacionales los que toman las decisiones. La política exterior siempre se ha abordado de forma intergubernamental, y será cada vez más algo como Berlín hablando con París, Kiev, Moscú… quizá también Londres, Madrid, Roma… Y cada vez habrá menos paciencia para intentar encontrar soluciones en reuniones de 28 miembros en el Consejo Europeo.
Durante años hemos escuchado que los límites entre la política exterior y la interior ya no existen. Ahora estamos viendo cómo problemas exteriores (guerra en Siria) tienen consecuencias en el interior de los países europeos (llegada de refugiados). ¿Cree que las conversaciones directas de François Hollande con Barack Obama, Vladimir Putin y David Cameron para actuar de forma coordinada en Siria están erosionando todavía más la política exterior europea o, por el contrario, podrían ser una oportunidad para impulsarla?
Durante una crisis como la actual lo que suele ocurrir es que una capital habla con otra, y a veces ni siquiera son capitales de la UE las que hablan entre ellas. Por otra parte, los franceses siempre han tenido muy presente la cuestión de la soberanía, y han sido reacios a delegar asuntos de política exterior. Incluso dentro de la UE, Francia se contempla a sí misma como un miembro del Consejo de Seguridad de la ONU y una potencia nuclear. Si a esto se une la sensación de crisis nacional, se entiende que quieran hablar directamente con Washington, Moscú, Londres, y no vayan a hacerlo a través de Bruselas. Pero para mí, en este momento, lo más interesante es el intento por revivir los mecanismos de la Europa de la defensa, que ha sido una ambición francesa durante años. Sin embargo, creo que en la situación actual, para ellos es una cuestión secundaria.
Tras el 13 de noviembre en París y las iniciativas en marcha sobre Siria se ha echado de menos a la alta representante, Federica Mogherini.
Esto se debe en parte a la estructura institucional de la UE, pero también tiene que ver con las personas. No estoy diciendo que ella no sea capaz, pero no es alguien con un profundo conocimiento previo al cargo. La única manera para que ese puesto [el de alto representante] tenga una oportunidad es con una persona como Carl Bildt o David Miliband, con una reputación y un conocimiento acreditados del contexto internacional, que puedan coger el teléfono y hablar directamente con quien ya conocen. Mogherini puede estar haciendo un trabajo particularmente bueno detrás del escenario, pero no va a liderar la respuesta.
La Europa de Merkel
La crisis de los refugiados ha marcado un giro en el papel de Alemania en la UE. Angela Merkel ha liderado la respuesta, afirmando una y otra vez que quiere una solución conjunta. Se repite que la UE necesita líderes, pero Merkel encuentra críticas dentro y fuera de su país. ¿Queremos líderes en realidad?
Esa es la razón por la que una persona como Carl Bildt no consiguió el puesto de alto representante. Porque este tipo de personalidades tienen sus propias ideas, no quieren esperar a que se formen consensos para dar una respuesta, etcétera. La gente quiere líderes si cree que van a hacer lo que ellos quieren que hagan. Hasta la crisis de refugiados, Merkel no ejerció un liderazgo europeo en política exterior, al menos no mucho más que Mogherini o que la burocracia europea. En Rusia y Ucrania sí hizo uso de su influencia, en parte porque Merkel habla ruso, también porque tiene la paciencia necesaria para dialogar con Putin, y por la posición geográfica alemana. Todo esto hace que Ucrania se sienta más próxima a Berlín que a Madrid o Londres.
Por otra parte, está la personalidad y credibilidad que Merkel se ha formado en la última década en Washington o Londres. Reino Unido ha desempeñado el gran papel en los asuntos de política exterior europea, como en el conflicto de los Balcanes en los años noventa y tras la caída del muro de Berlín. Los firmantes del Memorándum de Budapest de 1994 [sobre garantías de seguridad a Ucrania al adherirse al Tratado de No Proliferación Nuclear] fueron EEUU, Francia y Reino Unido. Ahora es Alemania quien ha tomado ese papel protagonista, y creo que de forma bastante eficaz.
Merkel ha podido mantener su liderazgo porque es, de lejos, la figura política de más éxito en Europa
Con la gestión de la crisis del euro también se vio: Alemania es y seguirá siendo esencial porque es el mayor contribuyente. Merkel ha pagado personalmente mantener el euro funcionando, al tiempo que lograba el apoyo interno a una medida muy controvertida en su país. Y lo hizo bien.
En cuanto a la crisis de los refugiados, al igual que la del euro, vemos cómo la división entre problemas exteriores e interiores ya no existe. Aunque es probable que no haya una respuesta política mejor, al abrir las puertas a los refugiados sirios, Alemania tendrá que hacer frente a un enorme flujo de refugiados, y no estoy seguro de que sea sostenible ni siquiera en el propio país. Por otra parte, está poniendo mucha presión en los vecinos del Este, incluso en Francia. Gestionar esto es difícil si quieres ser el líder de Europa, y Alemania está liderando en soledad. El liderazgo de Merkel es también difícil dada la relación de Alemania con los países del Sur de Europa, con los que existe mucha tensión debido a las posiciones alemanas en la gestión de la crisis del euro, que dieron lugar a críticas y resentimiento. De modo que aunque Merkel cuenta con el respaldo de los países del norte de Europa, está perdiendo el de los países del Este por la cuestión de los refugiados, y tiene el resentimiento de los del Sur por la crisis del euro.
En la situación actual, Reino Unido se mantiene al margen debido al asunto del Brexit. Francia está débil y tampoco puede liderar desde atrás, ni en la crisis del euro ni en la de los refugiados. Por tanto, Alemania es el líder de Europa, pero es un líder aislado. Y difícilmente conseguirá el apoyo total de sus socios. A esto se añade que durante un tiempo Merkel ha podido mantener su liderazgo porque es, de lejos, la política de más éxito en Europa –ha ganado tres elecciones y la economía alemana va bien– pero ahora está en una posición débil en el interior del país debido a las críticas de los alemanes por su gestión de la crisis de los refugiados.
¿Qué Angela Merkel podría surgir una vez abandone la política alemana? ¿Podría convertirse en un líder en la UE?
Depende de las circunstancias. Se está especulando mucho sobre si se presentará a las elecciones alemanas de 2017 y, según mis colegas alemanes, se están haciendo lecturas equivocadas. Pero si Merkel se viera obligada a dejar el cargo antes de tiempo, es posible que termine como una figura desacreditada, quizá como Tony Blair, buscando un papel en Europa pero sin conseguirlo porque ha perdido su base de apoyo nacional. Dependerá de cómo terminé la era Merkel.
La partida de Rusia en Siria
¿Qué tipo de arreglo internacional podría poner fin al conflicto en Siria?
Lo bueno de las conversaciones de Viena es que sentaron a la mesa a todos los actores necesarios para una solución, incluidos los iraníes y los saudíes, que sienten mutuamente una desconfiana y un odio absolutos. Entre las potencias no regionales –EEUU, Rusia, etcétera– el mayor punto de desencuentro es en torno al apoyo a una oposición moderada y el planteamiento de que Bachar El Asad se tiene que ir como parte de la solución. Creo que el tipo de solución diplomática que busca la región es una vía de transición desde El Asad, en la que no se impondría la demanda occidental “El Asad debe irse”, pero tampoco la posición ruso-iraní, que sostiene que debe quedarse. La solución estaría en algún tipo de acuerdo que abra un periodo de transición de un año o dos, probablemente seguido de unas elecciones. Aunque no creo que nadie tenga mucha fe en las elecciones, con los precedentes de Libia y Egipto, donde se plantearon como parte necesaria para acabar con la inestabilidad. Pero en cualquier caso, parece la única manera de legitimar la etapa post-El Asad. La comunidad internacional puede impulsar este camino, que será largo. Si se celebran las elecciones serían supervisadas y financiadas por la UE. Quizá una opción sería alcanzar algún compromiso para que El Asad se presentara, pero no creo que Occidente lo permitiera, ni que la oposición siria participara en esas elecciones. Afortunadamente, ahora se han reunido las personas adecuadas para buscar una solución, cualquiera que sea. Probablemente será una combinación de alto el fuego y una transición que permitiera a El Asad salir del gobierno a través de la celebración de elecciones.
Algunos analistas afirman que Rusia supone a largo plazo una amenaza mayor que el EI.
Yo solía estar de acuerdo con esa idea, y hace un año habría dicho que sí, porque Rusia es un actor mucho más poderoso que el EI: tiene armas nucleares, es la octava economía del mundo, etcétera. Además, con la anexión de Crimea, ha sido la primera vez, desde 1945, que un país ha “transferido” por la fuerza la soberanía de parte de un país a otro, lo que supone un desafío. Mientras tanto, el gobierno ruso ha adoptado una retórica nacionalista y antioccidental. Desde luego, los países bálticos temen que puedan ser los próximos. Por el contrario, el EI, aunque pueda cometer atentados en las calles de París, no está en la misma liga que los rusos en cuanto a poder, y el terrorismo no es lo mismo que una amenaza nuclear. Dicho esto, es muy difícil explicar a la opinion pública europea que debería preocuparse más por los rusos que por el EI, porque si deambulas por las calles de París o Londres, lo que te preocupa no son los rusos. Creo que las dos son amenazas duraderas. Hay un factor adicional, que es la capacidad del EI para atraer a ciudadanos occidentales. No se trata solo de una amenaza militar, sino de una batalla ideológica. Miles de occidentales se han ido o simpatizan con las ideas del EI.
¿Cree que trabajando juntos en Siria, los países occidentales y Rusia podrían restaurar cierto margen de confianza?
Sería estupendo, pero no creo que vaya a suceder. A algunos les preocupa tanto Rusia que ven esta posibilidad como una trampa y temen que si se trabaja con ellos en Siria, los rusos lo utilizarán para debilitar a Occidente, ya que no comparten nuestros objetivos. Incluso así, vale la pena intentarlo y, si logramos hacer algo en Siria, quizá se sienten las bases para mejorar las relaciones en otras áreas. Pero reconozcamos que el expediente de Putin no es alentador. Habrá que ser muy cautos y estar preparados para abandonarlo si pareciera que estamos siendo utilizados en sus objetivos antioccidentales. De cualquier forma, al menos que se haya asumido que estamos atascados en 20 años de hostilidad entre Rusia y Occidente y que un cambio interno en el país tardará aún mucho tiempo, creo que se debe hacer el esfuerzo por intentar mejorar las relaciones.
¿De qué manera la presencia de actores externos está dirigiendo el conflicto sirio y cuáles son las consecuencias?
Ustedes en España tienen la experiencia de lo que es una guerra subsidiaria (proxy war) en los años treinta del siglo XX [cuando la Alemania nazi y Rusia apoyaron a cada uno de los dos bandos en la Guerra Civil]. En Siria, la guerra ha empeorado por el hecho de que hay actores externos interviniendo, proporcionando armas y dinero a los distintos bandos. Eso significa que el conflicto solo puede resolverse con la victoria de alguna de las partes. Pero en este momento, ninguno de los actores externos está dispuesto a admitir la derrota: los saudíes no están preparados para que su lado pierda, como tampoco lo están los rusos o los iraníes. Por eso, creo que la única manera de salir de ahí es reconocer que todos están sufriendo las consecuencias de este conflicto, pero la falta de confianza es tan alta que cualquier decisión es objeto de sospecha. Por ejemplo, en el caso de un alto el fuego, algunos temen que los rusos y los iraníes lo aprovechen para reabastecer a El Asad, lo que alteraría de nuevo los equilibrios llevando a la situación inicial. Es esta falta de confianza lo que hace tan difícil alcanzar un acuerdo.
El gran conflicto no es imposible
Usted asegura que no se puede descartar la posibilidad de un choque directo entre grandes potencias; por ejemplo, el riesgo de que el conflicto sirio dé lugar a un enfrentamiento abierto entre iraínes y saudíes, o entre rusos y estadounidenses. Incluso un enfrentamiento entre China y EEUU en el mar del Sur de China. ¿Cómo evitar este escenario?
Hay que confiar en el liderazgo racional de los principales países. La razón por la que no se puede descartar este enfrentamiento es por la forma en que está construido el mundo. En primer lugar, existen potencias satisfechas e insatisfechas. Por ejemplo, tenemos a Rusia y China. Tendemos a pensar que aunque se oponen a la globalización y están enraizadas en el viejo orden, no tienen motivos para tratar de desestabilizar el sistema porque no les va mal. Pero creo que ahora está claro que los rusos sienten que han sido “explotados” con el final de la guerra fría y les gustaría que algunas cosas cambiaran. De manera similar, China tiene muchas reclamaciones territoriales, que en la actualidad demanda con más energía, particularmente en el mar del Sur de China. Más que una paz sostenida en reglas y fronteras acordadas, lo que hoy tenemos es una paz sostenida en parte a través de la disuasión, con EEUU diciendo “si amenazas las fronteras de los Estados bálticos o la estabilidad en el mar del Sur de China, te enfrentarás al ejército estadounidense”. Esto es una manera mucho menos segura de mantener la paz. Supone volver al equilibrio de poder. La disuasión es probablemente necesaria, pero tiene altos riesgos. Esa es la preocupación actual de los países bálticos con Rusia. Por eso EEUU ha respondido moviendo tropas a esos países, y ha hecho saber a los chinos que el acuerdo de seguridad entre EEUU y Japón cubre también las islas Senkaku. El riesgo que se asume con ello es muy alto, porque son precisamente estos hechos los que pueden llevar a la guerra. Además, hay errores de cálculo y malentendidos sobre el terreno. No se trata de que alguien en Washington o en Pekín tome una decisión, sino que puede ser la acción de una persona en un barco en el mar del sur de China, que decida disparar por algún motivo, o un incidente menor en un país báltico que ponga en juego la credibilidad de una de las partes. La escalada del conflicto puede ser muy rápida. Pero todo esto son escenarios. Probablemente no ocurrirán, pero sí son hoy más posibles.
Sería muy interesante ver cómo actuaría EEUU si China fuera una democracia
Historiadores reputados advierten sobre las similitudes del contexto actual –y el convencimiento de que un conflicto entre grandes potencias no es posible– con la situación de Europa en vísperas de la Primera Guerra mundial, cuando tampoco se contemplaba la guerra como posibilidad.
La situación ahora es muy distinta. Cuando estalló la Primera Guerra mundial, en agosto, los británicos aseguraron que terminaría en Navidad. Nadie minusvalora hoy las consecuencias de una guerra. Todo el mundo asume que una guerra entre grandes potencias sería catastrófica, porque estamos en la era nuclear. Solo hay que fijarse en el derribo del avión ruso por parte de Turquía. Rusia ha reaccionado con mucha cautela porque Turquía es parte de la OTAN. Los rusos están profundamente enojados con el derribo, pero son conscientes de los riesgos de una escalada. Por eso creo que la disuasión nuclear ha funcionado hasta ahora. Las armas nucleares hacen imposible comparar la situación actual con 1914.
¿Por qué EEUU tiene todavía un papel tan activo en Europa, Oriente Próximo y Asia? ¿Cree que Washington realmente teme la posibilidad de ese conflicto directo entre grandes potencias?
Hay numerosas razones. En primer lugar, EEUU se ha acostumbrado a ser el país más poderoso del mundo, y ese papel no se abandona fácilmente. Si eres una superpotencia tienes poder de decisión en cuestiones relativas al orden mundial, a la economía, la seguridad. Pero en el fondo de todo hay algo emocional: “me gusta ser el número uno y quiero seguir siéndolo”. En cualquier caso, creo que un mundo en el que EEUU es la potencia dominante –aunque ninguna potencia dominante es popular– hace al mundo más libre y democrático que si China o Rusia fueran la potencia número uno. Sería muy interesante ver cómo actuaría EEUU si China fuera una democracia. Probablemente ambos países actuarían de manera muy distinta el uno hacia el otro en la situación actual. Una de las razones por la que los chinos y los rusos ven EEUU como una amenaza es porque están convencidos de que Washington quiere un cambio de régimen en Pekín y Moscú y no los acepta como gobiernos legítimos. Y eso está en el fondo del conflicto. Si Rusia y China fueran democracias, probablemente no dependeríamos de la disuasión, y habría más cooperación regional en busca de estabilidad. Aunque creo que incluso así EEUU querría ser el número uno. Para explicarlo tendríamos que recurrir a la teoría de las relaciones internacionales.
El mundo surgido de Internet
¿Cómo definiría el mundo moderno?
En mi opinión, las mayores fuerzas desde la caída del muro de Berlín han sido la integración económica, la globalización y la emergencia de un mundo en el que EEUU ha sido la potencia dominante. Y creo que una de las razones por las que hemos entrado en un periodo más inestable es porque muchas de esas fuerzas han sido cuestionadas. En primer lugar, la globalización y la estabilidad del sistema se han tambaleado por la crisis financiera. En segundo lugar, el poder americano ha sido desafiado de forma desconocida hasta ahora. Y en tercer lugar, el cambio tecnológico. Yo solía desestimar la idea de que Internet cambiara las relaciones internacionales, y sin embargo lo ha hecho en modos que solo ahora empezamos a entender. En parte por la creación de negocios muy disruptivos que tienen efectos políticos. En parte por la fragmentación de los medios de comunicación tradicionales y la generación de nuevas fuentes de información. También ha dado lugar a maneras de dirigir la economía que, a su vez, originan vulnerabilidades, como se ve con el auge de la ciberseguridad. Es un mundo totalmente distinto creado alrededor de Internet y apenas comprendemos todavía las implicaciones de ese cambio.
Y en ese mundo alrededor de Internet, ¿cuál es el papel del periodismo? Para unos, estamos presenciando el final del periodismo; para otros entramos en una nueva era informativa con grandes posibilidades.
Me preocupa sobre todo el futuro de los corresponsales extranjeros. Cuando comencé como corresponsal en Bangkok debía haber unos 10-15 corresponsales occidentales en plantilla de los grandes periódicos. Los medios ya no pueden afrontar esos gastos. Y esto tiene que ver con la calidad de la información. También hay un fenómeno que resulta incómodo para los occidentales, pero que no es necesariamente malo: el monopolio occidental de los medios globales está desapareciendo. BBC, The New York Times, Financial Times eran las voces dominantes, pero ahora tienes Al Yazeera, Russia Today, CCTV, financiados por el Estado, a diferencia de la financiación privada de los medios occidentales. Estos medios están creando narrativas alternativas, lo que es bueno porque hay más diversidad. Pero me preocupa que hayan sido creados por el Estado, por lo que no pueden considerarse medios independientes. Esto es potencialmente perjudicial a la hora de crear narrativas comunes sobre problemas comunes.
Por otra parte, el auge de las redes sociales es positivo en la medida en que están democratizando el debate, y se está informando de asuntos y en formatos totalmente novedosos. Lo malo es que estamos en un mundo que privilegia los comentarios sobre los hechos. Si tienes cada vez menos corresponsales, pero más voces, lo que se genera es una información fragmentada que potencialmente puede impulsar la polarización política. Creo que esto explica de alguna manera lo que está pasando con Donald Trump en EEUU. Las audiencias de los grandes medios se han reducido radicalmente, ya que ahora los ciudadanos buscan la información en otras fuentes. Estas fuentes tienen intereses diversos y operan de forma muy distinta a los grandes medios de comunicación. Sobre todo, se dirigen a grupos de lo que podríamos llamar creyentes, y no están interesados en crear ningún tipo de narrativa común. Son capaces de difundir ideas como que Barack Obama es musulmán. Y es muy difícil corregir estas informaciones y corrientes de opinión. Por ello, creo que esto puede ser potencialmente corrosivo para la democracia. Pero no debemos caer en la histeria. Ya tuvimos movimientos de este tipo en el pasado, como el de McCarthy en EEUU. La fragmentación de los medios es quizá uno de los problemas para que se produzca un debate racional.
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